Al pasar por la calle de Uruguay entre Viamonte y Córdoba, a más de un caminante le habrá ocurrido preguntarse: ¿por qué se ensancha de pronto esa sola cuadra y sigue después su traza antigua...?
A fines de 1827, en la quinta del contador de cálculo don Santiago Wilde, sita entre las calles del Uruguay, Temple, Paraná y Córdoba, se abrió el primer jardín público de recreo por una sociedad compuesta de varios residentes ingleses.
Además de los amplios jardines, existía un salón de baile, un pequeño teatro de verano y un espacioso circo de equitación.
El precio de la entrada al paseo era de cuatro reales; la del teatro y salón de baile variaba según la naturaleza del espectáculo.
El jardín se denominó Parque Argentino por los criollos y por los ingleses Vauxhall en recuerdo de los jardines públicos del famoso barrio de Londres cuyo nombre data de la segunda mitad del siglo XVIII. Servía de entrada al recinto, como todas las de los teatros de la época hasta 1840, una medalla de cobre cuyo facsímil reproducimos por ser una pieza curiosa de nuestra numismática. Pesa 15 gramos y tiene 32 milímetros de diámetro.
(*) Esta nota apareció en “Caras y Caretas” del 4 de Julio de 1902 y con su reedición cumplimos uno de los fines de nuestra revista: rescatar autores y artículos raros o poco conocidos de numismática que han pasado desapercibidos en las bibliografías especializadas. Aunque sobre el Parque Argentino Vauxhall se publicaron dos trabajos en el N° 90 de Diciembre de 1993, el escrito de Martiniano Leguizamón es el primero que reproduce fotográficamente la ficha utilizada en el mismo y esclarece algunos datos erróneos referidos a las circunstancias de la muerte en ese lugar del Deán Gregorio Funes. Con este artículo del erudito escritor entrerriano se agota el tema referido a este importante parque de diversiones porteño.
En el teatro se representaban comedias y sainetes, muchos de ellos traducidos y arreglados por el director señor Wilde, hombre importante, gran aficionada al cultivo de las letras, que prestó muy buenos servicios a ésta su segunda patria. Frente al proscenio del pequeño teatro, que más de una vez había sentido resonar los rugidos pavorosos de nuestro gran trágico Casacuberta interpretando Los seis grados del crimen de Ducange, tuvo lugar la muerte repentina de otro argentino ilustre, el venerable deán de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, señor don Gregorio Funes.
Y aquí conviene rectificar de paso dos errores corrientes acerca de ese hecho luctuoso, consistiendo el primero en la fecha precisa del fallecimiento y en las causas que le dieron origen. El doctor José Antonio Wilde, hijo del fundador del Vauxhall y autor de la interesantísima obra Buenos Aires desde setenta años atrás, es quien ha señalado, por error de imprenta, sin duda, el día 1° de Enero de 1829, como la fecha cierta del suceso, añadiendo que, aunque muy joven recuerda perfectamente los detalles. Como testigo presencial y por la naturaleza de tal afirmación se le haya dado entero crédito y desde entonces se la repite.
Pero los diarios de la época, los contemporáneos y amigos del ilustre deán habían dado otra, como puede verse en La Gaceta Mercantil números 1526 y 1527; en las Efemérides Americanas de don Ignacio Núñez, amigo y secretario de Funes en el Congreso Constituyente de 1819, y sobre todo, en el prólogo de la segunda edición del Ensayo Histórico publicado en 1856, que dan uniformemente el día 10 de Enero de 1829.
En cuanto al hecho mismo de la muerte, se ha afirmado por un escritor chileno, ignoramos con qué fundamento, que fue una pasión tardía lo que lo llevó a morir en aquel sitio de recreo. ¿Impostura? ¿Verdad? ...
No entran en nuestros propósitos semejantes investigaciones; pero recordaremos que se trataba de un octagenario (nación el Córdoba el 25 de Mayo de 1749) y que achacoso, en la indigencia, despojado de todo título y valimiento después de haber ejercido los más altos empleos, su alma de patriota debió sentirse brutalmente estremecida con el espectáculo de la tragedia de Navarro y el derrumbamiento de las instituciones que se creían afianzadas tras el largo batallar.
En esta situación de ánimo, teniendo el triste convencimiento de que su última hora se acercaba, renunció el viaje proyectado a su ciudad natal, y con inalterable conformidad, dice su biógrafo, el día 10 de Enero de 1829, a las 5 de la tarde, fue a pasear por primera vez en el Jardín Argentino, y en donde una sofocación violenta ahogó su último pensamiento. El final de esta relación condice con la publicada por Wilde.
El deán no frecuentaba, pues, los jardines, y al caer fulminado, por una afección cardíaca sin duda, fue a consecuencia de las amarguras y tristezas que exacerbaron el espíritu ya agonizante del ilustre anciano.
En ancho de la calle se explica porque frente al teatro dejó su propietario un espacio libre para que los concurrentes pudieran dejar en él sus cabalgaduras.
Deán Gregorio Funes (1749/1829)
Martiniano Leguizamón
Publicado en Cuadernos de Numismática del Centro Numismático Buenos Aires N° 100 Junio 1996 - página 35